Nutritiva y regeneradora.
El karité (Vitellaria paradoxa) es un árbol original del oeste de África. Sus frutos, llamados nueces, son drupas carnosas con una almendra de cáscara fina. Tras triturar, moler y finalmente calentar las almendras, se obtiene una grasa vegetal llamada manteca de karité. De hecho, karité significa “árbol de mantequilla”.
Se ha utilizado durante siglos en África por sus propiedades curativas e hidratantes excepcionales. Está indicado para todas las edades: desde bebés a ancianos.
Incluso se tiene constancia de que la manteca de karité era muy apreciada por la propia Cleopatra; a Egipto llegaban caravanas repletas de vasijas con manteca de karité para el cuidado exclusivo de su piel.
Sus extraordinarias propiedades se deben a sus componentes: ácido oleico, esteárico, linolénico, palmítico y linoleico, que aportan propiedades básicamente hidratantes. Pero también vitaminas A, D, E y F, con funciones equilibrantes, calmantes, revitalizantes, hidratantes y nutritivas.